
«¿Es tan breve la vida de los espíritus?», preguntó.
«Mi vida en este globo es muy corta», respondió el fantasma. «Se termina esta noche».
«¡Esta noche!», exclamó Scrooge.
«A medianoche. ¡Escucha! Se acerca la hora».
«Por la carne que tiene encima, podría ser una garra», fue la respuesta, cargada de tristeza, del espíritu.
«Mira esto». De los pliegues del manto salieron dos niños; unos niños harapientos, abyectos, temibles, espantosos, miserables.
Se arrodillaron a sus plantas y se colgaron del manto.
Eran un niño y una niña. Amarillos, flacos, mugrientos, malencarados, lobunos, pero también prosternados en su humildad. Donde la gracia de la juventud debió haberles perfilado los rasgos y retocado con sus más frescas tintas, una mano marchita y seca, como la de la vejez, les había atormentado, retorcido y hecho trizas.
Aterrado, Scrooge se echó atrás. Intentó decir que eran unos niños agradables, pero su lengua se negó a pronunciar una mentira de tal magnitud.
Este chico es la Ignorancia. Esta chica es la Necesidad.
Guárdate de los dos y de todos los de su género, pero guárdate sobre todo de este chico porque en la frente lleva escrita la Condenación, a menos que se borre lo que lleva escrito.
¡Niégalo!», exclamó el espíritu señalando con la mano hacia la ciudad.
«¡Difama a quienes te lo dicen! Admítelo para tus propósitos tendenciosos y empeóralo todavía más. ¡Y aguarda el final!»
«¿No tienen refugio ni salvación?», gimió Scrooge.
«¿No están las cárceles?», dijo el espíritu devolviéndole por última vez sus propias palabras.
Scrooge miró a su alrededor y ya no vio al fantasma.
Al cesar la vibración de la última campanada recordó la predicción del viejo Jacob Marley y, elevando la mirada, vio cómo se acercaba hacia él un fantasma solemne, envuelto en ropas y encapuchado, deslizándose como la niebla sobre el suelo.
"Canción de Navidad" Estrofa tercera. El segundo de los Tres Espíritus, de Charles Dickens.
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1 comentario:
Those who bound to to the orthodox faiths call that the say-so of their obedience rests on leak, and that pronouncement is acknowledged in the pages of books and accounts of miracles and wonders whose features is supernatural. But those of us who have long discarded the assent in the mysterious still are in the self-possession of revelations which are the cellar of faith. We too entertain our revealed religion. We procure looked upon the fa‡ade of men and women that can be to us the symbols of that which is holy. We prepare heard words of venerable wisdom and truth vocal in the vulnerable voice. Out of the quarter there keep come to us these experience which, when accepted, despair to us revelations, not of unexplainable doctrine, but of a natural and sure credence in the clerical powers that animated and live in the center of [a yourselves's] being.
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